Yo, a diferencia de Salzano Daniel, escritor de carrera y de crónicas simpáticas, e ilustre habitué de los sábados en La Voz del Interior, no puedo escribir de una sentada nada que no tenga aunque más no sea una sombra de antipatía. Es que soy desapacible por naturaleza, de nacimiento, y no puedo, ni quiero, hacer nada por cambiar eso. Tampoco podría si quisiese ya que: -al que nace barrigón...-. Aún así me va bien escribiendo comentarios ácidos, a pesar de que no se los puedo vender a nadie. Por suerte uno vive igual, alimentándose de soberbia y negativas, que aquellos que tienen el sino de poder vender bien su tinta y sus plumas. Y digo que bien me va porque tengo montones de reseñas escritas sobre lo que busquen... sobre el trasbordador espacial, sobre los turistas gorditos que van al zoo, y sobre el Harry Potter y La Mona Jiménez, por ejemplo. Todo, eso sí, escrito con mucho de esa cierta hostilidad de la que al principio les contaba. Puedo, por ejemplo, escribir en un abrir y cerrar de ojos una columna de trescientas palabras que hablen de los ferrocarriles (vivo cerca de la estación Belgrano) sería sin duda nostálgica la nota, y relativa a sus cuitas. Diría algo así:
“...Albergan pobreza hoy sus otrora rumbosos galpones, hasta los fantasmas que hasta no hace tanto solían pasear por las noches en las chirriantes zorritas se fueron. Quisiera creer que estos fantasmas cansados, almas de antiguos catangos, de maquinistas, boleteros y bolseros, andan por ahí ahogando las almas, y el cuello, de aquellos que, vestidos de políticos primer-mundistas, destruyeron ramales, estaciones y pueblos sin más intención que la de quedarse con el agradecimiento de unos pocos… y venido de vaya a saber donde.”
Así sería. Como verán no muchos publicarían notas tan malintencionadas, y tan escasas de información, alegrías y de pruebas, encima.
También puede suceder que muchos ni las leerían. Siempre está aquel que no le gusta que un trucho croniquero le esté recordando las hazañas de quien eligió con el voto, y varias veces.
“...Albergan pobreza hoy sus otrora rumbosos galpones, hasta los fantasmas que hasta no hace tanto solían pasear por las noches en las chirriantes zorritas se fueron. Quisiera creer que estos fantasmas cansados, almas de antiguos catangos, de maquinistas, boleteros y bolseros, andan por ahí ahogando las almas, y el cuello, de aquellos que, vestidos de políticos primer-mundistas, destruyeron ramales, estaciones y pueblos sin más intención que la de quedarse con el agradecimiento de unos pocos… y venido de vaya a saber donde.”
Así sería. Como verán no muchos publicarían notas tan malintencionadas, y tan escasas de información, alegrías y de pruebas, encima.
También puede suceder que muchos ni las leerían. Siempre está aquel que no le gusta que un trucho croniquero le esté recordando las hazañas de quien eligió con el voto, y varias veces.
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