“Las mediocracias negaron siempre las virtudes, las bellezas, las grandezas. Dieron el veneno a Sócrates, el leño a Cristo, el puñal a César, el destierro a Dante, la cárcel a Galileo, el fuego a Bruno; y mientras agravian a los hombres ejemplares, aplastándolos con su saña o armando contra ellos algún brazo enloquecido, ofrecen su servidumbre a gobernantes imbéciles o ponen su hombro para sostener las más torpes tiranías. A un Precio: que éstas garanticen a los de su clase la tranquilidad necesaria para usufructuar sus privilegios”.

En: “El hombre mediocre” de José Ingenieros