Están los amargados fantasmas de aquellos que se fueron de esta vida viendo como su amada San Sojalandia se iba poniendo, en el ranking de ciudades del país, última cola de perro. Y los rechinosos espectros de los crucificados por esa cruel enfermedad que trajo el espectacular, moderno y luminoso casino tragamonedas.
También se puede oír a las ánimas de los primeros colonos de la zona, que lloran desconsolados al comparar su arduo trabajo de entonces para poder sobrellevar una cosecha más que le permita comer a su familia con la comodidad de hoy, donde sus nietos y bisnietos juntan plata con la pala desde miami mientras un solo, y mal pagado, empleado le fumiga, fertiliza, siembra, cosecha, vende y deposita las ganancias.
Junto a todos los antes nombrados aparecidos están los de varios que se murieron esperando ver pasar por sus veredas y calles los siempre postergados servicios de cloacas, gas y pavimento.
Están, y asegura nuestro enviado haberlos escuchado bien, los fantasmas de los padres, abuelos y bisabuelos de todos los políticos que gobernaron y gobiernan S. S. llorando tristemente al ver como sus descendientes convirtieron sus apellidos en malas palabras...
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