Inició el negro la búsqueda del que nació montado en un elefante pero cuando llegó al Nilo tuvo que abandonarlo porque el animal se negó a cruzar el río nadando con tanto presente sobre el lomo. Por esos lugares fue que se reunió con los otros reyes blancos. Iban a compartir la búsqueda así que estos le cambiaron la mitad del aloe por un camello viejo. Se lo cambiaron por un camello viejo un poco porque les interesaba el producto refrescante y curativo y otro poco para que no llegue antes que ellos.
Así partieron siguiendo la señal que les hacía una estrella y que les marcaba el camino hacia el nuevo rey que hacía pocos días había nacido. El rey que llevaba el oro iba delante, el negro al medio con su carga de aloe y el del incienso caminaba detrás de aquellos dos cuidándole las espaldas a su hermano blanco de un posible robo por parte de aquel negro sospechoso, en algún descuido, del oro para la ofrenda.
A bastantes kilómetros de Belén se les acabó la comida. Estaban en una zona desértica lejana de cualquier oasis salvador. Aquella noche los reyes se postraron a pedir una señal de alivio a su falta de comida, entonces otra estrella les señaló el lugar donde descansaban los tres camellos. Ahí mismo interpretó el rey del oro la señal... y se comieron el viejo camello del rey negro.
Caminando llegó el negro Baltasar al pueblo elegido y con su presente en la espalda. Y fue el último de los tres en entrar a saludar al niño, ya que tuvo que quedarse afuera cuidando los camellos, de los otros dos.
No se sabe cómo ni en qué volvió a su tierra después de aquel acontecimiento histórico el rey negro... mejor que no se sepa, prefiero pensar que merced a un primer, y rápidamente olvidado, milagro de aquel niño, de repente aparecieron en aquel pesebre un par de briosos caballos árabes. Caballos árabes para el Rey negro, Baltasar.
1 comentario:
Javier,
pasalo lindo!
Que te rodee la paz, la luz y el afecto!
Feliz 2009
Un abrazo inmenso y cariñoso vuela desde Madrid hasta Cordoba!
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