El malhumor es uno de los fortines en los cuales me defiendo de los diarios ataques y las mezquindades corrientes.
En él me oculto de aquellas situaciones que continuamente me ocurren y me llevan inexorablemente a desastres existenciales sin remedio.
La irritabilidad es un salvavidas al que recurro con frecuencia en el día a día. No me ahogo estando irritado. A veces me sostiene cuando ya a poco de abrir los ojos por la mañana veo que el despertador no sonó y estoy atrasado media hora. O cuando salgo a la vereda para ir a trabajar y caigo en la cuenta que los recolectores de basura están de paro, las bolsitas están en el canasto y uno o dos perros vagabundos ya rompieron una y desparramaron mugre por toda la vereda.
En ocasiones me defiende la destemplanza cuando llego al trabajo y veo que el “señor” cambió su auto último modelo por otro importado que vale mil millones de pesos y firme rechaza cualquier alusión a aumentos en el costo de la obra.
O cuando llego al mediodía a casa y tengo que salir otra vez volando a comprar comida porque de ayer no quedó nada, los gatos aúllan de hambre y, para peor queda poca plata en el bolsillo.
La aspereza suele en mí suele preservarme cuando por las tardes veo desde la ventana de mi cuarto a unos perejiles pasear por la plaza Italia con su enamorada ansiosa colgada del brazo y lista para ser llevada a cualquier lado menos a un lugar público como ese.
En ocasiones la erupción de mal genio me cubre, principalmente cuando el vidrio de esa misma ventana refleja mi propia imagen de ochentón cargado y perdulario.
Casi siempre el mal genio y la antipatía que me acompañan son una coraza para que me resbalen los comentarios estúpidos que suelen hacer muchos respecto a la lluvia, al sol, al viento, al frío o al calor. O los que hacen sobre mi ropa, mi moto o a mi cada vez menos pelo en la cabeza.
Siempre me defiende el malhumor de la ira que me produce ver a cientos de babachos dando la vuelta è perro con el cero kilómetro por el único bulevar céntrico de la city.
También me defiende el malhumor, no crea que no, cuando me doy cuenta que ciertas cosas que escribo... son como esta... no tienen nombre.
retomado de diez-minutos.blogspot.com
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