Mientras tanto el incansable espíritu del Gordo Omar, que había sido sacado a las patadas de la oficina de Asuntos Terrestres, se aprestaba ahora a intentar en la de Derechos de los Humanos Muertos. En ese lugar iba a tratar de hacer valer su postura de privilegiado por los derechos especiales que a él, y a otros en su misma condición de asesinados, les otorga la Constitución Única de los no-vivos.
No iba a cejar en su propósito de hacer que todas las fuerzas cósmicas se orientaran a empujar de todos los lados posibles para que su equipo de fútbol en la Tierra salga de una vez campeón en serio. Y no iba a abandonar su empeño aún cuando espectros de todo pelaje no hacían más que repetirle que desde ahí se podían hacer mil cosas, pero no milagros.
Aquellos derechos especiales, en los que tan astutamente buscaba ampararse, hacían referencia, entre muchos otros asuntos, a ciertas cosas que les eran dadas a todos aquellos cuyas vidas les fueron arrancadas en forma violenta antes de haber cumplido treinta años en el mundo de los vivos. Se les otorgada, por ejemplo, la oportunidad de andar por el mundo, aunque sin ser visibles y sin poder para tocar ni mover nada.
-Yo te puedo asegurar, me supo decir el Gordo, que es tan injusto este privilegio. Imaginate, poder andar por las cálidas playas brasileras, pero nada de tomar ni siquiera una caipiriña, o puedo entrar a los camarines en los mejores desfiles y ver las modelos más lindas del mundo... pero no puedo acariciar ni el cabello a ninguna de ellas... y lo que es peor, no puedo ni tomarme un vino con el Burrito Ortega...-.
Otro de esos beneficios era el de poder, en un solo día, pedir que tres actos del mundo de los vivos puedan ser “orientados” por ellos. Siempre y cuando no tengan que ver con muertes, accidentes y dinero... El Gordo usó sus tres oportunidades cierta vez que jugó la Selección Argentina, y el Loco Palermo... erró los tres penales.
No iba a cejar en su propósito de hacer que todas las fuerzas cósmicas se orientaran a empujar de todos los lados posibles para que su equipo de fútbol en la Tierra salga de una vez campeón en serio. Y no iba a abandonar su empeño aún cuando espectros de todo pelaje no hacían más que repetirle que desde ahí se podían hacer mil cosas, pero no milagros.
Aquellos derechos especiales, en los que tan astutamente buscaba ampararse, hacían referencia, entre muchos otros asuntos, a ciertas cosas que les eran dadas a todos aquellos cuyas vidas les fueron arrancadas en forma violenta antes de haber cumplido treinta años en el mundo de los vivos. Se les otorgada, por ejemplo, la oportunidad de andar por el mundo, aunque sin ser visibles y sin poder para tocar ni mover nada.
-Yo te puedo asegurar, me supo decir el Gordo, que es tan injusto este privilegio. Imaginate, poder andar por las cálidas playas brasileras, pero nada de tomar ni siquiera una caipiriña, o puedo entrar a los camarines en los mejores desfiles y ver las modelos más lindas del mundo... pero no puedo acariciar ni el cabello a ninguna de ellas... y lo que es peor, no puedo ni tomarme un vino con el Burrito Ortega...-.
Otro de esos beneficios era el de poder, en un solo día, pedir que tres actos del mundo de los vivos puedan ser “orientados” por ellos. Siempre y cuando no tengan que ver con muertes, accidentes y dinero... El Gordo usó sus tres oportunidades cierta vez que jugó la Selección Argentina, y el Loco Palermo... erró los tres penales.
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